Vitoria, 1730. Justo después de la misa mayor, el alcalde de
la ciudad, don Pablo López de Álaba, recibe el aviso de que don Cristóbal, con
quien la viuda de su mejor amigo había contraído matrimonio en segundas
nupcias, yace en un charco de sangre, asesinado a cuchilladas. La sospechosa no
es otra que Elisa Martínez de Elaute, hija del primer matrimonio de la doble
viuda. Pero no hay rastro de la joven.
El destino o un Dios caprichoso ha conducido a Elisa, que
acaba de perder a su bebé recién nacido, cerca del caserío donde Joseph llora
la muerte de su esposa mientras busca cómo alimentar a su hija de apenas cuatro
días de vida.
Elisa, sin posibilidad de seguir huyendo hasta que llegue la
primavera, acepta de buen grado ser la nodriza de la pequeña y, en aquel
caserío remoto, junto a una familia que nada sabe de su pasado, decide
mantenerse oculta a la espera de que los primeros barcos regresen a San
Sebastián y pueda escapar en ellos hacia el Nuevo Mundo.
Sin embargo, Elisa sabe que no puede confiarse. El alcalde
de Vitoria, aunque reticente a creer que la joven pueda ser una asesina, ha
emitido una orden de busca y captura, por lo que el tiempo, traicionero, corre
en contra de Elisa.